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viernes, septiembre 30

De una muerte a otras

Una noche de agosto, hace muchos años, fui al The End de Benicassim con mis amigas. Hacía poco que tenía el carné de conducir y recuerdo, echando la vista atrás, que iba vestida muy hortera. Seguramente a la moda, pero ahora miro fotos y me parto de risa.
La cuestión es que llegamos relativamente pronto y nos metimos en los karts a tomar algo. Sé, porque lo sé, que yo estaba muy buena con 21 años. Ahora sigo estando buena, pero luchando contra la gravedad. Entonces, la gravedad no tenía nada que hacer conmigo. Aquello era el natural-push-up y lo demás tonterías. Bueno, sigo. Sé que estaba buena porque me miraban todos. Las dos amigas que venían conmigo estaban bien también, pero yo, yo era una diosa. Ahora me conformo con ninfa. Sigo con la historia y dejo mi cuerpo que si no me pierdo.

Nos sentamos en las mesas de alrededor del circuito y así podíamos ver a los pilotos. Dos se picaron mucho y recuerdo que en una de esas, la gente comenzó a agolparse en la meta porque les quedaban un par de vueltas y la picada entre ellos era tremenda. Cada vez iban a más velocidad. El dueño de los karts los miraba con cara de pocos amigos, pero la gente no hacía más que animar el ambiente. Nos acercamos a una de las lineas de seguridad cerca de la peor curva y cual fue mi sorpresa que cuando estoy repasándome con el pintalabios, se salió un kart y me golpeó con tanta fuerza que me tragué el pintalabios y caí como a 20 metros de la pista.

Dicen que se ve un túnel y una luz... Yo no vi nada. Todo era oscuro. No había nadie. Ni luces, ni ostias. Dios no me esperaba. Ni mi abuela tampoco. Aquello era raro. ¿Y si hacía falta ver primero a San Pedro y por eso no había conectado con nada ni nadie?
Entonces pensé que si estaba pensando en todas esas cosas agolpadas en mi mente, no podía estar muerta. Pues sí, estaba muerta. Y, entonces, vi a Dios. Como lo oís. Y me enfadé mucho. Sí, porque hizo un chasquido con sus dedos al verme y me cambió la ropa. ¡Me puso una especie de toga blanca! ¡Con lo sucias que son!...Por favor...qué mal gusto.
Me invitó a sentarme en una mesa redonda de piedra, rollo paleolítico y lo primero que le dije fue que ya podría haberse modernizado un poco con el mobiliario. Se rió y me invitó a callar colocando su índice sobre sus labios, que justo formaban una magnifica sonrisa.
- Lola ¿qué tal? ¿Soy como esperabas?
- Pues mira Dios, no... Yo creía que ibas a llevar un triángulo en la cabeza y llevas trenzas en el pelo con florecitas. Pareces más un hippie que otra cosa, aunque te pega por lo de la paz y el amor.
- Ja, ja, ja... ¡Ay, Lola, cómo eres!... ¿Sabes por qué estás aquí?
- Sí, claro, me dio un tipo un golpe con un kart que me tragué mi pintalabios. Supongo que me ahogué ¿no?
- Ja, ja, ja...Sí, bueno, pero no estás aquí por eso. Mira, todos los que fallecen no suben al cielo, ni tampoco van al infierno. Simplemente mueren, todo se oscurece y punto, pero contigo he hecho una excepción...
- ¿Y eso?- interrumpí.
- Pues porque si a algún ser humano en la tierra se le llama dios o diosa más de tres veces a lo largo de su vida, tiene la oportunidad, al morir, de venir a verme y llegar a un acuerdo. Y a ti los hombres te han llamado diosa muchas veces. Me hubiera gustado que fuera en otro ámbito, pero ha sido siempre en la cama.
- ¿Un acuerdo? Pero...¿de qué?
- Pues muy fácil Lola... Tienes 21 años y sólo te ha faltado tu abuela hasta ahora. El resto de familia sigue en la Tierra y tienes mucha vida por delante si quieres...
- Espera- interrumpí de nuevo-. ¿Me estás diciendo que puedo regresar?
- Sí, te estoy dando la oportunidad de volver a la Tierra con tu familia, tus amigos y nuevos planes de futuro o si lo prefieres, quedarte y estar con tu abuela, que por cierto te ha estado viendo desde aquí arriba y no lo ha llevado muy bien... En fin, no entraré en detalles -me miró inquisitivo y me puse roja.
- ....Pues... hombre...
- ¿Hombre?- interrumpió.
- Noooo.....Nooo....ya sé que no eres un hombre...Por cierto ¿tu hijo de verdad convirtió el agua en vino?
- ¡Lola!- me riñó con la mirada por desviarme el tema. Leñe, que yo tenía 21 años ¿qué quería Dios?
- Pues vale, volveré... Pero me da que te escondes algo bajo la manga de esa túnica tan desfasada.
- Ja, ja, ja...¡Qué lista eres! Sí, si vuelves no es para llevar la misma vida. Hay unas condiciones que si no cumples podrán acarrearte un castigo divino.
- Bueno....pues vale... ¿qué debo hacer?
- Bien. Mira Lola, la oportunidad que tú vas a tener no la tiene todo el mundo así que aprovechala. Mira, yo te devuelvo a la vida, pero tendrás que hacer el bien entre las personas que te rodean. Sé que no te puedo pedir que lo hagas con todo el mundo. Eres humana y tienes defectos de fábrica que se me escaparon cuando la Creación, pero sé que dentro del ámbito que yo te pediré, sabrás hacerlo - Calló, miró al suelo, apretó sus manos y las apoyó contra sus rodillas-. Tendrás tres opciones: hacerte monja, trabajar en una ONG en Africa o en una funeraria.
- !¿Qué?¡... ¡Pero estás loco o qué!
- ¡Lola! ¡Basta! Decide ya o te quedas aquí con tu abuela. Y tiene mucho que decirte. Así que tú misma.
Joder, comencé a comerme las uñas y a estirame los pelos de las cejas. ¿¿Monja?? ¿¿ONG?? ¿¿Funeraria??
- Vale Dios, ya está. En una funeraria, pero no acabo de entender muy bien qué quieres que haga allí.
- Pues es bien fácil Lola: consolar, como tú bien sabes, a los familiares de los fallecidos.
Eso fue con segundas, seguro. Claro, Él sabía que yo no me andaba con chiquitas, pero macho, que era Dios, no el butanero.

De repente, me desperté en la cama de un hospital. Estaba rodeada de toda mi familia y mis amigas. Mi padre me tenía la mano cogida. Pobre, pensé, qué susto se habrían llevado. Y yo allí, que me sentía fenomenal, pero a ver cómo les contaba lo de Dios. No podía, me hubieran llevado a un psiquiátrico. Todos comenzaron a contarme lo que me había ocurrido y yo flipada, claro. Que si me habían operado a estómago abierto para sacarme el pintalabios... ¡Bueeeno! Tremendos relatos.

Estuve una semana ingresada. El día de mi vuelta a casa mi madre me había preparado un arroz al horno. La verdad es que la comida del hospital había sido una mierda. Y allí estaba, en mi casa, en mi sofá, con mi tele. Y sonó el timbre. Era Paquito, mi vecino, que venía a verme.
- Hey, tía ¿qué tal? Joder, qué susto nos has dado a todos -y se le comenzaron a llenar los ojos de lágrimas.
- Eh, eh, tranquilo... Estoy viva ¿no? Pues ya. No me hagas llorar a mi también. Bueno, cuéntame ¿qué tal todo?
- Pues -se secó los ojos- me ha salido un curro de chófer en una funeraria...
- ¡¿CÓMO?! -dije histérica.
- Joder tía ¿por qué me gritas?
- Joder, sí, perdona... ¿Y sabes si necesitan gente?
- Pues ahora que lo dices sí... Necesitan una recepcionista.

Y así fue como pasé de estar viva a muerta, y viceversa, gracias a Dios. ¡Y nunca mejor dicho!

miércoles, septiembre 14

Se infiel, pero mira con quién

Era jueves y hacía fresco a pesar de ser agosto. En la playa del Gurugú no había casi gente. Estaba esperando a que Ana saliera del trabajo y se encontrara conmigo más tarde. La arena estaba fresquita. La verdad es que siendo casi las siete de la tarde era normal. A mano izquierda me quedaba el espigón con los pescadores de turno y a la derecha, metros y metros de arena fresca y un hombre solitario a 15 metros.

Fue aquello que haces un barrido visual y de repente ves algo en lo que ni te habías fijado. Pues básicamente fue así. Aunque me equivoqué. Él no estaba durante la media hora anterior a este último escaneo visual, pero mi mente se había quedado tan bloqueada por los pectorales del susodicho, que del subidón de adrenalina ya no podía pensar con claridad. ¿Y qué hace una mujer en un sitio cómo ese, con un tío cómo aquel? Pues hay dos opciones: una, pasar olímpicamente de acercarse y jugar a las miradas, aunque puede que si es miope no se entere, o dos, acercarse haciéndose la longuis con el libro y el pareo, y dejar que se caiga el libro delante de él mientras se desabrocha el pareo sin querer. Pero esta última sólo la hacen las locas.

¿Y qué hice yo? Pues la segunda ¡Es que estaba muy bueno! Había que probar.
Me repasé los labios con brillo, me peiné el pelo hacia un lado, me apretuje las tetas con ambas manos hacia la garganta y me fui para allá. Mientras me acercaba oía la banda sonora de Apocalipsis Now en mi cabeza. Yo misma me decía que aquello podía salir bien. Estaba convencida. Quedaban cinco metros para la caída del libro, la música seguía sonando. Tres metros, dos, uno...
- ¡Oh! ¡Qué tonta! Se me ha caído el libro -le dije sin mirarle a la cara.
- ¿Eh?...-dijo él sin tiempo a darse la vuelta. Estaba tumbado boca abajo leyendo, se giró un poco hacia sus pies, con los que yo supuestamente me había tropezado, e hizo ademán de pocos amigos.
- Disculpa... Iba leyendo distraída y no te he visto...Bueno, creí que estabas más lejos, pero debí torcerme al estar distraída con el libro -me temblaban los labios y él no hacía intención de girarse. Qué ridículo estaba haciendo por Dios. Tenía que salir de aquella situación lo más airosa posible.
- ¿Eh?... Pues fijate más tía -dijo despreocupado y con cara de asco. Me quería tirar de cabeza en la arena y nadar Tierra adentro hasta el núcleo y achicharrarme viva.

Y en ese momento ¡zas! Ana salió de su coche recién aparcado en el paseo y gritó mi nombre. ¡Me vino de perlas! Comencé a oír Carros de fuego y a sentir paz interior. Ella estaba bajando las escaleras y entonces gritó otro nombre:
- ¡Pedro! ¡Pedro! -pero ¿quién coño era Pedro y por qué gritaba su nombre? Ya la tenía casi enfrente cuando el susodicho con el que me había tropezado adrede se levantó y la saludó. ¿Ein? ¿Qué pasa aquí me dije? Y entonces Ana se plantó frente a los dos, nos saludó y dijo:
- Vaya, veo que ya os habéis conocido -y una sonrisa enorme se plantificó en su linda cara. Sus ojos brillaban y entonces entendí que aquello era una encerrona.- Pedro, esta es Lola. Lola, este es Pedro ¿Te acuerdas que te comenté que tenía un amigo que se acababa de separar y quería conocer gente? -dijo mientras se quitaba la camiseta. ¡Oh, llevaba el bikini que yo le dejé la semana anterior!- Pues hoy le he llamado y le he dicho que viniera para conocerte.
Pedro se giró hacia mí con una sonrisa socarrona en los labios y le explicó a Ana cómo había sido el encontronazo, porque evidentemente, no se podía llamar de otra forma. Y cuando ya estaba apunto de terminar su narración, soltó:
- ... Por un momento pensé que era una tarada de esas que vienen a la playa a ligar -y se echaron a reír los dos. Yo no le veía la gracia, la verdad. Entonces siguió.
- ... Pues sí que es guapa tu amiga, Ana. La verdad es que la describiste bien -dijo por esa boca mientras me repasaba de arriba a bajo babeando.
Y entonces, fue aquello de que te sientes como un trozo de carne con el que mercadean a sus anchas sin preguntar una mierda. No podía creer lo que me estaba pasando. ¿Tarada yo? Bueno, sí, pero eso sólo puedo decirlo yo y nadie más. Bueno, mis padres también. Pero me estoy desviando del tema.

- ¿A qué sí? Pues ella también está buscando gente para salir ¿Verdad Lola?
Ya no podía más. Quería empezar a contar hasta diez y esas cosas típicas que dice la gente que hace, pero creo que a mí no me hubiera funcionado, así que me levanté de la silla, los miré, primero a uno y luego al otro con cara de perro y dije:
- ¡ Mira guapo, antes que quedar contigo, me hago lesbiana y me tiro a tu ex que seguro que te dejó por insatisfecha! -grité mientras me giraba hacia Ana.- ¡ Y tú, bonita, a ver si me devuelves mi bikini de D&G que hace quince días que lo tienes y dejas de hacer de Celestina que tienes el gusto en el culo! ¡Julandrona!
Y así, toda encendida, les di la espalda y cuando comencé a caminar hacia la salida, un chico de la barra me guiñó el ojo. Me acerqué a él, le di un beso en los labios, le cogí por el brazo y nos marchamos juntos de allí.

En fin... A veces, no hay mal que por bien no venga, :-)