Si hace unos años me hubieran dicho que hoy estaría donde estoy, no me lo hubiera creído. Pero lo más alucinante no es eso. Lo más alucinante es parar, girarse y mirar el camino recorrido. Ahí sí que se flipa de verdad.
Hoy estoy en mi tienda, mirando a la gente pasar a través del cristal del escaparate. Por delante de mi transcurren mil histórias cada día.
Son las histórias de de cada uno de nosotros. Ésas que para uno mismo siempre son las más importantes y de las que creemos que no le pasan a nadie más que a nosotros mismos. O, en su defecto, las que créemos que les pasan a los demás, pero 'no me pueden pasar a mí' porque son cosas tan exageradas, graves...en definitiva, tan radicales, que eso no puede pasar ¡hombre!.
Pues nos pasa. Así, sin más. Un día te levantas y te ha tocado la lotería. ¿Qué? Eso le ha pasado a mucha gente. ¡Y cómo les cambia la vida!
O un día te levantas y te duele el estómago. Vas al médico, te mira raro, te pide unas análiticas, te sigue mirando raro, te pide un Tac y entonces te ingresan. Ahora la que mira raro eres tú. El resto, que cada uno de vosotros se lo imagine.
Por eso, porque nunca se sabe qué va pasar y porque lo que pasó ya no volverá a pasar, sólo cuenta el día a día, el instante. No se vive nada más.
Por lo tanto, vivamos el presente y no nos atormentemos con el pasado o el futuro.
(Esto es algo que yo intento aplicarme cada día...a veces lo logro, a veces no).
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