En 1995 se celebró el primer FIB en Benicasim y decidí ir. Nunca antes había ido a un macro concierto de ese calibre. Siempre había estado en salas pequeñas y en algún que otro pabellón deportivo, pero jamás con tantas actuaciones una tras otra.
No había razón alguna para no ir a vivir aquella experiencia tan emocionante. Trabajaba, tenía mi propio dinerito, mi piso recién estrenado y un montón de amigas dispuestas a pasarlo bien. ¿Por qué no íbamos a ir?
Bajo la supervisión del padre de Marta, dejamos nuestro pueblo para ir a Benicasim con mi coche.
La llegada fue horrorosa. La carretera N-340 estaba colapsada por el tráfico y la Guardia Civil no podía con todo aquello. Era la primera vez y se notaba.
Mientras tanto, cantábamos y bailábamos dentro de mi coche a ritmo de Supergrass y mucha gente que acudía al FIB a pie por el arcén de la carretera se unía momentaneamente a nuestra pequeña actuación.
Tras un par de horas de atasco conseguimos aparcar en un descampado y llegar a tiempo al recinto para los conciertos.
Había tanta gente. Pero tanta, tanta, que conocía a casi todos, jajaja...Los otros, los que no conocía, eran los guiris. Había cada chico más guapo y cada chica más mona también. Todo hay que decirlo. Si te quedabas sentada en el suelo en zona de paso, era como ver un desfile de tendencias de moda.
Yo que sólo había salido un par de veces de España por aquel entonces, estaba anonadada con tanta tribu urbana.
Las chicas fueron a por cervezas y yo me quedé vigilando el sitio. Al poco llegaron y los conciertos comenzaron.
Gritos, mecheros, cervezas volando...Aquello fue todo al aire. La gente se despiporró. Tras unos cuantos saltos, gritos y cervezas, la cabeza ya comenzaba a dar vueltas y la visión se duplicaba haciéndome parecer que vivía doble la experiencia.
No me emborraché, pero sí pillé un punto gracioso. Una panda de guiris se nos acercó con cervezas y porros, y allí comenzó una de las mejores charlas en inglés que he tenido jamás. Uno de los chicos a primera vista era raro. No había mucha luz, pero no se quitaba las gafas de sol. Llevaba gorra y tenía una barba muy tupida y gruesa y sólo sonreía. Por cierto, qué sonrisa más bonita tenía.
Mis amigas fueron a por más cervezas con sus amigos y él y yo nos quedamos charlando tan a gusto. Sentí que había valido la pena aquellos cursos de inglés intensivos de verano que me había pagado mi padre. Era de Oklahoma.
Estuvimos charlando de música, de viajes, de música, de ropa, de música y de cine. Cuando le pregunté qué tipo de cine le gustaba más, sonrió, se echó hacia atrás y ladeó la cabeza un poco hacia un lado y hacia delante asomando sus ojos por encima de los cristales. Seguía mudo, pero sonreía. Le pregunté de nuevo y ¡me soltó un rollo!!!
¡Cómo sabía de cine el hombre! Me contó que tenía un amigo que era productor y que algunas veces le había dejado ir a algún rodaje. La cuestión es que estuvimos horas y horas, y no paraba de beber hasta que de repente calló y se quedó dormido. Yo estaba contándole una historia sobre mi infancia cuando de repente noté su cabeza en mi hombro y oí un ronquido.
El resto del grupo hacía rato que se había marchado a intentar llegar a primera fila de escenario. Yo me quedé allí con él y entonces me dí cuenta de que no sabía su nombre. Pero él el mío tampoco.
Pasaron las horas y Marta apareció comiéndose la boca con uno de los guiris. '...Que me voy con él a la playa Lola...' y sonrió. Le guiñe el ojo ladeando la cabeza hacia donde estaba mi guiri y se empezó a reir. Ni puñetera gracia pensé yo, pero bueno, era lo que había.
Al final de la noche todas se marcharon con los guiris y quedé con ellas y ellos que yo llevaría al mío, que se llamaba Bob, a dormir en cuanto abriera un ojo.
A los cinco minutos le di un codazo en el lado y lo desperté. Todavía estaba borracho y le dije que se espabilara que lo iba a llevar a su hotel y me dijo '¿Qué hotel?'.....¡Perdón! ¿Cómo qué que hotel? pensé.
Como pudo me explicó que él no conocía de nada a los chicos con los que había venido. Que se los había encontrado por Benicasim pueblo y le dijeron que se uniera a ellos para poder llegar al recinto. Que él había venido sólo al FIB porque había alquilado una casa frente al mar cerca de un hotel muy bonito. Y se volvió a dormir.
¡Joder! ¡Joder! Menudo muerto me había caído.
Pero no podía dejarlo allí. No. Una vez me pasó algo parecido a mi y pensé que aquello era una forma de devolverle el favor al mundo por haberse portado bien conmigo anteriormente.
¿Y qué hice? Pues llevármelo a mi casa. Llegamos bastante bien al coche porque lo espabilé de nuevo, pero una vez en mi pueblo, metí el coche en el aparcamiento subterráneo y el trabajo fue mío para llevarlo hasta el ascensor.
Llegamos y lo solté allí dentro. Se quedó sentado sobre sí mismo en el suelo con la cabeza hacia delante. Lo puse bien y recé para no encontrarme a ningún vecino. Era ya casi de día.
Lo dejé en la habitación de invitados que se componía de un colchón en el suelo y ya está. Y allí se quedó.
Por la tarde, se despertó y oí que entraba en el baño. Decidí que no tenía ganas de verlo, así que me quedé sentada en el sofá. Estuvo un buen rato, oí la ducha, los grifos, etc..Salió por el pasillo todo afeitadito, limpio y sin gafas ni gorra, me miró todo serio y me dijo '¿quién eres tú?' y yo lo miré... lo miré de nuevo....abrí la boca, me puse las manos en la misma....me puse de pie en el sofá y le dije 'Yo soy Lola y tú...¿eres Brad Pitt?'.
Y desde entonces somos amigos. Me ha invitado a los Oscar varias veces, pero desde que se juntó con Angelina, ya casi no me llama.
¿Qué le voy a hacer si las mato callando?
No hay comentarios:
Publicar un comentario