Cuando era pequeña el mundo era de tamaño XL y todo era más divertido. Hay muchos recuerdos divertidos y tristes en la infancia. Curiosos o peculiares, suelen haber menos.
Recuerdo un día, jugando en el portal de la finca donde vivíamos, que estabamos unas cuantas vecinas jugando al escondite. Hoy miro ese portal y es enano, pero entonces era más grande que mi cuarto.
Éramos cuatro jugando al escondite. Valía subir por las escaleras. Salir a la calle hasta cierto punto o subir en el ascensor. No recuerdo bien porqué...Yo era muy niña, las luces del portal se apagaron y entró un vecino(por Dios, nunca revelaré su identidad) y me escondí detrás de la puerta de entrada que era de cristal. Sí. Cristal. Eso transparente que no deja lugar a dudas para ver lo que pueda haber detrás.
Pero....¡Magía! No me preguntéis cómo, pero me hice invisible a los ojos de mi vecino mientras esperaba el ascensor. Se giró mirando hacia la calle a través del portal y estando yo allí acurrucada como una bola al lado del marco de la puerta, se quitó la dentadura postiza superior y se la volvió a colocar con la lengua en un plis.
Pom-pom me hizo el corazón. ¡Qué horror!...¡Madre mía qué fuerte! Nunca había visto algo igual en mi vida. ¡Qué yo tendría unos 10 años por favor! No me voví. Me quedé quieta sin poder moverme flipada con lo que había visto. No sé ahora mismo si lo que más sentí fue asco y repelús o miedo.
Sólo sé que desde entonces no le he vuelto a mirar con los mismos ojos.
Hostia nena! A mi me pasó lo mismo cuando era niño y pensé que de mayor me podría sacar la dentadura como aquella persona, estuve tiempo estirándome de los dientes hasta que entendí que era otra cosa lo que pasaba. Un beset.
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