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viernes, septiembre 30
De una muerte a otras
La cuestión es que llegamos relativamente pronto y nos metimos en los karts a tomar algo. Sé, porque lo sé, que yo estaba muy buena con 21 años. Ahora sigo estando buena, pero luchando contra la gravedad. Entonces, la gravedad no tenía nada que hacer conmigo. Aquello era el natural-push-up y lo demás tonterías. Bueno, sigo. Sé que estaba buena porque me miraban todos. Las dos amigas que venían conmigo estaban bien también, pero yo, yo era una diosa. Ahora me conformo con ninfa. Sigo con la historia y dejo mi cuerpo que si no me pierdo.
Nos sentamos en las mesas de alrededor del circuito y así podíamos ver a los pilotos. Dos se picaron mucho y recuerdo que en una de esas, la gente comenzó a agolparse en la meta porque les quedaban un par de vueltas y la picada entre ellos era tremenda. Cada vez iban a más velocidad. El dueño de los karts los miraba con cara de pocos amigos, pero la gente no hacía más que animar el ambiente. Nos acercamos a una de las lineas de seguridad cerca de la peor curva y cual fue mi sorpresa que cuando estoy repasándome con el pintalabios, se salió un kart y me golpeó con tanta fuerza que me tragué el pintalabios y caí como a 20 metros de la pista.
Dicen que se ve un túnel y una luz... Yo no vi nada. Todo era oscuro. No había nadie. Ni luces, ni ostias. Dios no me esperaba. Ni mi abuela tampoco. Aquello era raro. ¿Y si hacía falta ver primero a San Pedro y por eso no había conectado con nada ni nadie?
Entonces pensé que si estaba pensando en todas esas cosas agolpadas en mi mente, no podía estar muerta. Pues sí, estaba muerta. Y, entonces, vi a Dios. Como lo oís. Y me enfadé mucho. Sí, porque hizo un chasquido con sus dedos al verme y me cambió la ropa. ¡Me puso una especie de toga blanca! ¡Con lo sucias que son!...Por favor...qué mal gusto.
Me invitó a sentarme en una mesa redonda de piedra, rollo paleolítico y lo primero que le dije fue que ya podría haberse modernizado un poco con el mobiliario. Se rió y me invitó a callar colocando su índice sobre sus labios, que justo formaban una magnifica sonrisa.
- Lola ¿qué tal? ¿Soy como esperabas?
- Pues mira Dios, no... Yo creía que ibas a llevar un triángulo en la cabeza y llevas trenzas en el pelo con florecitas. Pareces más un hippie que otra cosa, aunque te pega por lo de la paz y el amor.
- Ja, ja, ja... ¡Ay, Lola, cómo eres!... ¿Sabes por qué estás aquí?
- Sí, claro, me dio un tipo un golpe con un kart que me tragué mi pintalabios. Supongo que me ahogué ¿no?
- Ja, ja, ja...Sí, bueno, pero no estás aquí por eso. Mira, todos los que fallecen no suben al cielo, ni tampoco van al infierno. Simplemente mueren, todo se oscurece y punto, pero contigo he hecho una excepción...
- ¿Y eso?- interrumpí.
- Pues porque si a algún ser humano en la tierra se le llama dios o diosa más de tres veces a lo largo de su vida, tiene la oportunidad, al morir, de venir a verme y llegar a un acuerdo. Y a ti los hombres te han llamado diosa muchas veces. Me hubiera gustado que fuera en otro ámbito, pero ha sido siempre en la cama.
- ¿Un acuerdo? Pero...¿de qué?
- Pues muy fácil Lola... Tienes 21 años y sólo te ha faltado tu abuela hasta ahora. El resto de familia sigue en la Tierra y tienes mucha vida por delante si quieres...
- Espera- interrumpí de nuevo-. ¿Me estás diciendo que puedo regresar?
- Sí, te estoy dando la oportunidad de volver a la Tierra con tu familia, tus amigos y nuevos planes de futuro o si lo prefieres, quedarte y estar con tu abuela, que por cierto te ha estado viendo desde aquí arriba y no lo ha llevado muy bien... En fin, no entraré en detalles -me miró inquisitivo y me puse roja.
- ....Pues... hombre...
- ¿Hombre?- interrumpió.
- Noooo.....Nooo....ya sé que no eres un hombre...Por cierto ¿tu hijo de verdad convirtió el agua en vino?
- ¡Lola!- me riñó con la mirada por desviarme el tema. Leñe, que yo tenía 21 años ¿qué quería Dios?
- Pues vale, volveré... Pero me da que te escondes algo bajo la manga de esa túnica tan desfasada.
- Ja, ja, ja...¡Qué lista eres! Sí, si vuelves no es para llevar la misma vida. Hay unas condiciones que si no cumples podrán acarrearte un castigo divino.
- Bueno....pues vale... ¿qué debo hacer?
- Bien. Mira Lola, la oportunidad que tú vas a tener no la tiene todo el mundo así que aprovechala. Mira, yo te devuelvo a la vida, pero tendrás que hacer el bien entre las personas que te rodean. Sé que no te puedo pedir que lo hagas con todo el mundo. Eres humana y tienes defectos de fábrica que se me escaparon cuando la Creación, pero sé que dentro del ámbito que yo te pediré, sabrás hacerlo - Calló, miró al suelo, apretó sus manos y las apoyó contra sus rodillas-. Tendrás tres opciones: hacerte monja, trabajar en una ONG en Africa o en una funeraria.
- !¿Qué?¡... ¡Pero estás loco o qué!
- ¡Lola! ¡Basta! Decide ya o te quedas aquí con tu abuela. Y tiene mucho que decirte. Así que tú misma.
Joder, comencé a comerme las uñas y a estirame los pelos de las cejas. ¿¿Monja?? ¿¿ONG?? ¿¿Funeraria??
- Vale Dios, ya está. En una funeraria, pero no acabo de entender muy bien qué quieres que haga allí.
- Pues es bien fácil Lola: consolar, como tú bien sabes, a los familiares de los fallecidos.
Eso fue con segundas, seguro. Claro, Él sabía que yo no me andaba con chiquitas, pero macho, que era Dios, no el butanero.
De repente, me desperté en la cama de un hospital. Estaba rodeada de toda mi familia y mis amigas. Mi padre me tenía la mano cogida. Pobre, pensé, qué susto se habrían llevado. Y yo allí, que me sentía fenomenal, pero a ver cómo les contaba lo de Dios. No podía, me hubieran llevado a un psiquiátrico. Todos comenzaron a contarme lo que me había ocurrido y yo flipada, claro. Que si me habían operado a estómago abierto para sacarme el pintalabios... ¡Bueeeno! Tremendos relatos.
Estuve una semana ingresada. El día de mi vuelta a casa mi madre me había preparado un arroz al horno. La verdad es que la comida del hospital había sido una mierda. Y allí estaba, en mi casa, en mi sofá, con mi tele. Y sonó el timbre. Era Paquito, mi vecino, que venía a verme.
- Hey, tía ¿qué tal? Joder, qué susto nos has dado a todos -y se le comenzaron a llenar los ojos de lágrimas.
- Eh, eh, tranquilo... Estoy viva ¿no? Pues ya. No me hagas llorar a mi también. Bueno, cuéntame ¿qué tal todo?
- Pues -se secó los ojos- me ha salido un curro de chófer en una funeraria...
- ¡¿CÓMO?! -dije histérica.
- Joder tía ¿por qué me gritas?
- Joder, sí, perdona... ¿Y sabes si necesitan gente?
- Pues ahora que lo dices sí... Necesitan una recepcionista.
Y así fue como pasé de estar viva a muerta, y viceversa, gracias a Dios. ¡Y nunca mejor dicho!
miércoles, septiembre 14
Se infiel, pero mira con quién
Me repasé los labios con brillo, me peiné el pelo hacia un lado, me apretuje las tetas con ambas manos hacia la garganta y me fui para allá. Mientras me acercaba oía la banda sonora de Apocalipsis Now en mi cabeza. Yo misma me decía que aquello podía salir bien. Estaba convencida. Quedaban cinco metros para la caída del libro, la música seguía sonando. Tres metros, dos, uno...
- ¡Oh! ¡Qué tonta! Se me ha caído el libro -le dije sin mirarle a la cara.
- ¿Eh?...-dijo él sin tiempo a darse la vuelta. Estaba tumbado boca abajo leyendo, se giró un poco hacia sus pies, con los que yo supuestamente me había tropezado, e hizo ademán de pocos amigos.
- Disculpa... Iba leyendo distraída y no te he visto...Bueno, creí que estabas más lejos, pero debí torcerme al estar distraída con el libro -me temblaban los labios y él no hacía intención de girarse. Qué ridículo estaba haciendo por Dios. Tenía que salir de aquella situación lo más airosa posible.
- ¿Eh?... Pues fijate más tía -dijo despreocupado y con cara de asco. Me quería tirar de cabeza en la arena y nadar Tierra adentro hasta el núcleo y achicharrarme viva.
- ¡Pedro! ¡Pedro! -pero ¿quién coño era Pedro y por qué gritaba su nombre? Ya la tenía casi enfrente cuando el susodicho con el que me había tropezado adrede se levantó y la saludó. ¿Ein? ¿Qué pasa aquí me dije? Y entonces Ana se plantó frente a los dos, nos saludó y dijo:
- Vaya, veo que ya os habéis conocido -y una sonrisa enorme se plantificó en su linda cara. Sus ojos brillaban y entonces entendí que aquello era una encerrona.- Pedro, esta es Lola. Lola, este es Pedro ¿Te acuerdas que te comenté que tenía un amigo que se acababa de separar y quería conocer gente? -dijo mientras se quitaba la camiseta. ¡Oh, llevaba el bikini que yo le dejé la semana anterior!- Pues hoy le he llamado y le he dicho que viniera para conocerte.
Pedro se giró hacia mí con una sonrisa socarrona en los labios y le explicó a Ana cómo había sido el encontronazo, porque evidentemente, no se podía llamar de otra forma. Y cuando ya estaba apunto de terminar su narración, soltó:
- ... Por un momento pensé que era una tarada de esas que vienen a la playa a ligar -y se echaron a reír los dos. Yo no le veía la gracia, la verdad. Entonces siguió.
- ... Pues sí que es guapa tu amiga, Ana. La verdad es que la describiste bien -dijo por esa boca mientras me repasaba de arriba a bajo babeando.
Y entonces, fue aquello de que te sientes como un trozo de carne con el que mercadean a sus anchas sin preguntar una mierda. No podía creer lo que me estaba pasando. ¿Tarada yo? Bueno, sí, pero eso sólo puedo decirlo yo y nadie más. Bueno, mis padres también. Pero me estoy desviando del tema.
Ya no podía más. Quería empezar a contar hasta diez y esas cosas típicas que dice la gente que hace, pero creo que a mí no me hubiera funcionado, así que me levanté de la silla, los miré, primero a uno y luego al otro con cara de perro y dije:
- ¡ Mira guapo, antes que quedar contigo, me hago lesbiana y me tiro a tu ex que seguro que te dejó por insatisfecha! -grité mientras me giraba hacia Ana.- ¡ Y tú, bonita, a ver si me devuelves mi bikini de D&G que hace quince días que lo tienes y dejas de hacer de Celestina que tienes el gusto en el culo! ¡Julandrona!
Y así, toda encendida, les di la espalda y cuando comencé a caminar hacia la salida, un chico de la barra me guiñó el ojo. Me acerqué a él, le di un beso en los labios, le cogí por el brazo y nos marchamos juntos de allí.
En fin... A veces, no hay mal que por bien no venga, :-)
lunes, agosto 15
Lola y el sexo II Parte: de Tuppersex
A lo que vamos. Unos años más tarde:
Iba yo por la calle Enmedio toda mona y minifladera, porque oye, aunque pasen los años, no pasa el buen tipo y sí, cerca de los cuarenta, pero nadie lo diría, y me encontré con Ana. Vaya qué alegría. Nos pusimos al día en 30 segundos. Su frase fue "¡Me caso tía!". Leñe, todo el mundo se casa menos yo, pensé. En fin, eso ahora da igual. Allí en pleno centro de la ciudad nos pusimos a charlar distendidamente. Me preguntó por todo, claro. Trabajo, amor, salud, familia y yo igual, por supuesto. La cosa terminó invitándome a su despedida de soltera que era el próximo sábado. No dije que no. Me hacía muchísima ilusión. Además iba gente que hacía mucho que no veía y aquello de revivir un cachito del pasado a través de los ojos de otras personas, me despertó un batiburrillo de emociones. Lo primero que me vino a la cabeza fue que debía ir a la despedida bien guapa, por si acaso había alguna que esperase encontrarme, después de tantos años, en plan dejado. ¡Ah, no! Qué yo soy mucha Lola.
Y llegó el día. Habíamos quedado en el local de la colla de la actual pandilla de Ana. Era grande y estaba bien decorado con fotos antiguas de Castellón y con fotos de todas las romerías que habían hecho juntos hasta entonces. Llegué justo a tiempo. La chica que nos hacía el Tuppersex acababa de dejar todo su arsenal sobre la mesa. Y empezó.
Se presentó y comenzó con las bolas chinas. Oye, que no sabía yo que eran terapéuticas. Mentalmente anoté "comprar bolas". Las siguientes explicaciones, las cervezas y el vino que se ingirió allí durante las explicaciones, derivó en un ambiente distendido donde cada una ya soltaba por su boquita las dudas más íntimas que os podáis imaginar. La mejor fue una chica, que no conocía de nada, que supuestamente había probado muchos de los juguetes allí expuestos y que cuando llegó a los afrodisíacos dijo que un día los probó con el marido y al regresar a casa no llegaron a subir en el ascensor. Cada una que piense lo que quiera.
Y llegamos al conejito feliz. Aquello era tremendo. Un vibrador rosa, con cabeza rotatoria y mini vibrador para la zona del clítoris que se hizo famoso, sobre todo, gracias a Sexo en Nueva York porque era el juguetito que usaba Samantha en la serie. Lo que aprende una.
Después de dos horas de Tupper, me di cuenta de que las casadas eran las que más juguetes habían probado y las que hablaban más distendidamente. Me sentí pequeña. Yo nunca había probado nada. Ni lubricantes de sabores, ni aros vibradores, ni bolas chinas, ni afrodisíacos... Y encima yo iba de moderna. Me dije, ponte las pilas niña, que tú puedes. ¡Compra, compra!
Cuando la reunión estaba apunto de terminar la profe del Tupper nos invitó a tocar y a probar los productos. Comenzamos a pasarnos vibradores, lubricantes, aceites esenciales, etc... Y llegó la botellita mágica. Era un spray pequeñito, con un líquido y fuera ponía algo de woman no se qué. Aquello había que aplicarselo en la zona del clítoris y esparcirlo con la mano. Dejó la botellita en el baño y una tras otra fuimos entrando a probarlo. Al segundo, teníamos la sensación de frío ahí abajo. Minutos más tarde, la sensación de calor. Yo hervía. Todas nos reíamos a ver quién notaba más o menos. Evidentemente, la amiga de Ana que yo no conocía y que había tenido el affair con el marido en su portal, era la que más notaba.
Así acabó aquello. Ahora ya sabía para qué servían todos aquellos abalorios sexuales y la cantidad de cosas nuevas que podía hacerme a mí misma a quien estuviera conmigo a partir de entonces. Compré y me fui para casa. No me apetecía ir de cena.
De camino a mi piso me encontré con Roberto. Nos saludamos y me vio la bolsa del Tuppersex en la mano. Me miró, sonrió y antes de que abriera la boca le pregunté si tenía algo que hacer esa noche. Me respondió que no y le dije "¡Pues vente conmigo que tengo mucho que aprender!".
Y así me puse al día.
sábado, agosto 6
Lola y el sexo
El trayecto estaba siendo agradable. La temperatura del tren no era de helarse, pero llevaba chanclas y tenía los pies fríos. Decidí ponerme unas zapatillas que llevaba en mi mochila, así que me levanté, cogí mi bolsa y me fuí al baño. El baño más cercano estaba en dirección a la cafetería, en el espacio intermedio entre dos vagones. No me había dado cuenta, pero una de las chicas de atrás nuestro estaba allí de pie hablando por el que entonces era un móvil de última generación.
Nos miramos, le sonreí mientras abría la puerta del baño, pero ella siguió a su rollo con el teléfono. Una vez dentro, me senté sobre la taza y comencé a buscar las zapatillas. De repente oí "Sí cari, muy fuerte, se lo fumó mientras le comía la polla...". ¡¿Cómo?!Justo en ese instante, en el que mis ojos se salían de las cuencas y mi boca no podía cerrarse sola, sonó la voz del tren indicando la parada de Tarragona. ¡Joder, qué está interesante la cosa! Me puse rapidamente las zapatillas y me coloqué de pie pegada a la puerta del baño para poder oir mejor la conversación. Ella continuó "...¡Qué va!....No, no....Sólo dos tía... A los hombres hay que enseñarles mucho aún nena (risas)... A ver, el primer polvo no estuvo mal. Ahora, tiene un pedazo de polla que ¡ufff!... Me dejó escocida tía ¡No te rías!... (Breve silencio)... No, no... Fue en su casa. Primero follamos en la cocina. Estaba enjuagando dos copas para bebernos el vino y tal como estoy con el trapo en mano, me vino por detrás y ese fue el primero, pero claro, sólo se corrió él. Entonces le dije que me comiera toda sobre la mesa del comedor y lo senté frente a mí en la silla, me puse en la mesa sentada cara a él y me lo comió todo. Hasta ahí muy bien. Nos bebimos el vino y volvió a buscar otro polvo en el sofá. Y ahí fue cuando, el porro que se había hecho, se lo encendió mientras le comía la polla....¿Eh?...No, todo el rato no. Luego se me folló por detrás.... (Otro breve silencio)... Ah, no, no, sí me gustó porque me lo hizo muy despacito, pero me sentía rara teniendo a un tipo fumando tanquilamente con su polla en mi culo". Ya no quise oir más. Me dije, Lola, sal de aquí y vete a tu sitio ¿Y con qué cara salía yo del baño? Porque vamos, para mí que a esta tía se le había olvidado, con todo el tema de la parada en Tarragona, que yo estaba dentro. Me armé de valor, respiré hondo, abrí con intención de salir de allí sin mirarla, pero justo abrí y ella que se despedía de su amiga mirándome fijamente como con cara de ¿pero tú no habías salido antes?. Pues no bonita. Me puse roja y ella ni se inmutó.
LLegué corriendo a mi asiento. Ana escuchaba música con los pinganillos. Tiré mi mochila al suelo, la agarré por un brazo, le quité el pinganillo y le dije "tía qué fuerte lo que me acaba de pasar". Miré atrás entre los asientos, vi que la chica no venía y que la amiga llevaba puestos los pingas también. Se lo conté todo. Tampoco podía cerrar la boca, claro. Las carcajadas se nos oían en todo el vagón.
Los gays no pudieron evitar oir algo, supongo, porque dos de ellos se sentaron frente a nosotras a preguntarnos por qué nos reíamos tanto. Les conté lo ocurrido y la misma reacción: boca abierta y ojos saltones. Flipaban de ver que entre dos amigas se contaran esas intimidades. Ellos, al menos los de el tren, los pocos amigos heteros que tenían nunca les habían comentado nada ni remotamente parecido. Terminamos hablando del concierto y luego se volvieron a sentar en sus asientos.
Al rato Ana me dijo que lo ocurrido no le parecía tan tan raro ya que nosotras también nos lo contábamos todo. Que lo raro era que eso pasara donde había pasado porque indicaba que a esa chica le daba igual que la oyeran que no. Que el quid de la cuestión era basicamente que las muejres no teníamos problemas en contárnoslo todo y que una gran mayoría de los hombres no tenía ningún amigo al que hablarle de esos temas. Bajó la mirada, vi cómo le caía una lágrima por la mejilla y le pregunté qué le pasaba. No respondió en seguida. Al rato me recordó una historia suya del pasado y me comentó que por eso lo habían dejado ella y el que entonces era su pareja. Porque para él, ella estaba mucho más por delante de él en el tema del sexo. Se sentía cohibido y cuando ella le preguntaba que si tenía alguien con quien hablar, éste le decía que no. Y con ella sentía vergüenza de hablarlo.
Quizás si los hombres hablasen más de sexo con sus parejas, y sino con sus amigos, con la naturalidad con la que realmente se debería ver el sexo, muchos problemas de pareja de cama se solventarían. Así que chicos, hablad con naturalidad, que el sexo no es marrano. No. Como diría un amigo mío, ¡Mmm...Qué asco más rico!
viernes, agosto 5
Chucky se va... Chucky se fue
Tengo un vecino al que apodo Chucky que no tiene ni oficio ni beneficio. Tiene 39 años y no tiene nada estable en la vida. Ni siquiera a sus padres. Su madre, cuando se enfada o no van las cosas como a ella le gustaría, dice que se va de casa, que se va a matar para así descansar y que la dejen, que ella se quiere suicidar. Mientras eso ocurre, Chucky grita cerca de la ventana con tono de indignación la vergüenza que siente de que todos los vecinos se enteren, ya que en la finca, como sabréis muchos, se oye todo. El padre no se sabe, no contesta. Nunca sabrás si ha querido o no a su mujer después de 49 años juntos. Preguntaréis por qué, o no. Pues es fácil. La trata como a una mierda, no la respeta y la tiene practicamente encerrada en casa. No porque la cierre dentro, no. Porque ella no tiene coche y con la excusa él siempre está de aquí para allá y ella se siente más sola que la una. Es entonces cuando se asoma y me llama con cualquier pretexto para contarme cómo está. Y normalmente me vende la burra: que si tenemos hoy un marisco precioso para comer, que si mi hijo trabaja gestionando unas cafeterias y resulta que vende el pan tras el mostrador, que ya veré pronto qué puertas tan bonitas que se ha comprado, y los pobres no tienen calefacción y se pelan de frío en invierno. Es decir, son un quiero y no puedo. Son de los que viven pendientes de lo que piensen de los demás y de aparentar lo que no son. Qué triste. Ni que se fueran a llevar algo a la tumba.
En nuestra última conversación me comentó que iban a vender el piso porque como habían comenzado a ir mucho a la nueva casa de la hija, pues que para qué estar limpiando aquí y allá. ¿Limpiando las dos casas? Pues sí. Resulta que la hija tiene un problema de espalda y llama a su mamá de 72 años para que le limpie las cosas más duras de la casa y le planche porque ella, con 44 años y los dolores, no puede. Y no digo que no, pero eso es abusar un poco de tu madre ¿o no?. En fin, cada uno se sabe lo suyo. Pero lo mejor no es eso. Lo mejor es que me dijo que vendía el piso y pedía una fortuna porque como a ella no le hace falta el dinero,pues no hay prisa por venderlo. No sé si se cree que el cemento con el que están hechas las paredes lo traen de las minas del Rey Salomón. Pero bueno, así es todo, hasta que un día vuelven los gritos y te enteras de que la hija viene a casa a pedirles que no lo vendan porque ella está mal economicamente y que no los va a poder mantener. Entonces la madre pide la muerte a gritos, el padre le dice que con sus dos pensiones no llegan a mantenerse los tres ¿Los tres? Claro, es que Chuky no curra, vende humo. Y se lía parda de nuevo. El padre le dice a la madre que no sea tan ignorante, a la hija la echa de casa, la hija grita que la han echado sus propios padres y el otro se crece. Y entonces sale la sabiduría de Chucky a modo de discurso. Que menuda familia somos, que si no fuera por él que es el único que controla todos estos temas ¿Qué temas? Que no tiene trabajo, ni ahorros, ni nada a su nombre más que una tele de plasma que compró de oferta en el English Cut con lo que ganó vendiendo pan, en vez de aportarlo a los gastos de sus padres que bien ahogados iban por aquel entonces. Un tipo que busca novias que lo mantengan y que a día de hoy, y desde hace dos meses, sale con una chica encantadora con dos hijos a los que no soporta y a los que no sabe tratar ¿Qué espera esta chica de él? ¡ Niña, que es un tarambana!
Y claro, no se aclaran. Han tenido que bajar el precio, enfrentarse a la dura realidad y el dolor de abandonar su casa e irse a la de la hija, que claro, con el dinero de la venta se lo pensó dos veces y ahora sí les quiere en casa. Los compradores quieren la casa vacía, así que han de tirar algunos muebles y la madre llora, el padre gruñe y Chucky busca amigos con furgonetas que le deban un favor para hacer el traslado.
La casa ya está vendida. La dejarán en una semana. A mi me sigue contando la madre que ahora se ha liberado del trabajo de su casa, que se van al chalet de la hija que tiene piscina y un terreno enorme en el que te pierdes. Pues a ver si no te vas a encontrar.
Resumiendo. Ya no oiré el sonido característico de las chanclas de Chucky cuando las arrastra por el suelo al caminar, ni las broncas, ni los gritos, ni tampoco me entaré de lo maravillosa que es la vida de esa familia tan peculiar. Y es que el que tenga una familia "normal" que tire la primera piedra.
jueves, julio 7
Soy un queso
Dentro de la nevera vivían en permanente estado de vegetación, nunca mejor dicho, y en el cajón de las verduras, un Cogollo de lechuga, un Tomate y, ya momificado en la parte alta de la puerta, medio Limón. Después, en el estante intermedio, teníamos a la robusta lata de Cerveza de marca blanca y a un botellín de Bitter Kas, pero del logo antiguo. Y para acabar, en el estante más bajo, el que queda sobre el cajón de las verduras, estábamos el Jamón serrano mohoso y una servidora: cuarto de Queso de bola recubierto de cera roja.
No estábamos muy felices, la verdad. Hacía mucho que no venía nadie nuevo allí y en cuanto alguien llegaba que diera un poco el cante o que llamara la atención, no solía vivir mucho tiempo allí.
Los días eran muy largos. Estar a oscuras prácticamente todo el día y casi no ver la luz del sol, era harto asfixiante. La abuelita metía agua algunas veces, del grifo, claro, pero como les traían la comida hecha a ambos cada día, difícil era conocer a alguien nuevo.
Un día de verano trajeron una botella de dos litros de tinto de verano. La verdad es que estaba muy chulita ella allí en la puerta. Limón la miraba desde arriba y nos hacía señales a todos para que intentáramos abrir el tapón y así desventarla para que perdiera su gracia y su chulería, pero no pudimos. Esa misma noche, se la llevaron.
Ya en septiembre, allí seguíamos todos. Tras más de 6 meses, vino un cartón de Vino de mesa de los económicos y al entrar oímos cómo había más gente en la casa. Nos pegamos como pudimos al puerta de la nevera. Jamón le soplaba al oído a Cogollo y a Tomate lo que se decía afuera. Cerveza y Bitter comentaban lo escuchado con Limón y yo me estaba empezando a preocupar muchísimo después de oír que la dueña, anciana ella, era enviada a un geriátrico con el dueño. ¡Qué iba a ser de nosotros a partir de entonces!!!
Pasaron tres meses y se abrió la puerta de la casa. Nos pegamos como lapas a la puerta de la nevera. Venían a enseñar el piso. Dueña había fallecido y dueño ya no quería la casa con aquellos recuerdos. Dos días más tarde, vino dueño con familia y muchas cajas a recoger toda una vida. Vimos la esperanza de que alguien nos sacara de allí, pero se oyó la voz de la que debía ser la hija, en la que escuchamos cómo decía que los electrodomésticos se quedaban y que ya limpiarían los nuevos dueños la casa, tal y como se había pactado en la escritura esa misma mañana ante un notario.
Era nuestro fin. Vino sólo llevaba tres meses, pero ya estaba al corriente de todo. Tras haber vivido mucho tiempo en una barrica, haber sido zarandeado en camiones y supermercados, estaba muy triste y deprimido: quería suicidarse. Intentamos impedírselo, pero nos dijo que así, sin saber de nuevo dónde iría a parar, no quería vivir. Así que se dio un golpe en la cabeza y de la presión interna se le abrió la tapita y nos pidió que por favor nos lo bebiéramos hasta dejarle vacío.
Ese fue su último deseo. Nos despedimos de él y nos lo bebimos disfrutando de cada trago. Limón se emborrachó y bailó sobre el estante de los huevos. Cerveza y Bitter se abrazaron y se mezclaron con Vino hasta fundirse en una especie de cóctel molotov explosivo llenando de espuma y gas la nevera. Tomate y Cogollo se dieron un baño de vino para hidratarse tras tanta sequía y Jamón y yo nos dimos un bocado mutuamente para tener algo en el estómago y no coger un gran pedal.
Al día siguiente llegaron los nuevos inquilinos. Una parejita joven con ganas de redecorar el piso. Abrieron la nevera justo cuando a todos y cada uno de nosotros sólo nos quedaba un suspiro de vida. Nos miramos mutuamente, miramos hacia la luz y a partir de ahí sólo recuerdo que me vi sentada al lado de una mortadela italiana muy repintada, un grupo de macarrones y medio bote de tomate frito que me preguntó "¿Y tú por qué estás en la entrada al horno?
jueves, junio 23
Cómo sentir sobre algo que nunca tuvo lugar
A mi me gusta observar el paisaje urbano, la gente que cruza por los pasos de cebra, los vehículos que se paran a mi lado en los semáforos... Supongo que lo que observamos todos. Algunas veces me hago películas de cómo serán esas personas, qué les lleva a coger el coche a las ocho de la mañana. ¿Van a trabajar, a clase, de compras, de viaje? Algunas veces, incluso hago juegos de palabras con los números de las matrículas.
Ya llevaba tres años yendo y viniendo por el mismo camino y más o menos tenía controlados algunos turismos. Incluso algunos de ellos cambiaron de vehículo. Quizás lo cambiaron por el de la mujer,el padre, la madre o el hermano :-). ¿Quién sabe?
La cuestión es que durante unos tres meses me fijé en un Audi A3 negro muy bonito (bueno, todos los A3 son iguales, por tanto todos son bonitos, :-)) simplemente porque él también se había fijado en mí. Y no estoy hablando de los chasis de nuestros coches. Solíamos coincidir a lo largo de una gran avenida con muchos semáforos. Siempre pillábamos alguno en rojo y por cosas del azar, o caíamos uno justo al lado del otro, o uno tras del otro.
Un día no iba directa al trabajo, tenía que pasar primero por el banco y justo en esa avenida debía tomar la tercera a la derecha. Cosas de lo automatizados en que nos convertimos los humanos, me puse a la izquierda y qué casualidad que él estaba a mi derecha. Le pité mientras le saludaba con la mano haciendo el gesto de bajar la ventanilla. Me miró sorprendido y eufórico, y la bajó.
- Hola.
- Hola... Oye ¿te importaría que me pusiera delante tuyo? Es que tengo que girar a la derecha y por la costumbre, me he puesto en este carril -sonreí.
- Ah, sí, no te preocupes. Ponte, venga -sonrió también. Qué voz más bonita tenía.
Hice un gesto de agradecimiento con la mano y me puse delante. Al segundo se puso verde y seguí mi camino. Sentí como giró su mirada hacia la dirección que había tomado, pero no me atreví a mirar por el retrovisor. Me emocioné. ¡Qué tonta!
En fin. Los días siguientes durante esa semana no lo volví a ver. De repente, al martes siguiente, estaba parada en un semáforo contemplando como la de enfrente de mí llevaba toda la avenida pintándose los ojos mientras conducía (Hay gente para todo...) y apareció justo a mi lado.
- ¡Hola! ¿Qué tal? -me dijo con una sonrisa de oreja o oreja.
- Bien -me ruboricé-, a currar como todos ¿no?
- Sí... Oye ¿Tienes tiempo para un café?
Y se puso verde. No debía ser el día, supongo. Primera y adiós.
Tres días después, el viernes, me acerqué a la gasolinera que había a mitad de mi trayecto al trabajo y al entrar a pagar en tienda, cual fue mi sorpresa que el empleado que estaba cobrando era él.
- Buenos días -me dijo con la mirada baja en su mostrador- ¿Qué surtidor?
- El dos -y me quedé quieta con la cartera en la mano.
Levantó su mirada y como si hubiera visto a Papá Noël, se salió del mostrador dejando al cargo a una chica que había reponiendo pan y me invitó a seguirle hasta una mesita.
- ¿Cómo tú por aquí? -me preguntó.
- ¿Yo? ¿Y tú? Esta es la gasolinera donde reposto normalmente por las tardes al salir del curro.
- Ja, ja, ja -rió. ¡Vaya! Así que normalmente pasas por las tardes. Es que sólo vengo por las mañanas a la oficina.
- ¿Oficina? -me extrañó-. Esto es una gasolinera.
- Sí, bueno... Es que yo, cuando vengo, estoy arriba en las oficinas. Vengo a controlar el negocio.
- Ah... ¿Llevas las gasolineras?
- Sí, se podría decir que las llevo, que las gestiono. ¿Y tú? ¿A qué te dedicas?
- Soy diseñadora gráfica. Trabajo en una imprenta dedicada a envases alimenticios.
Y se hizo un silencio. Pasó un ángel. Nos miramos y algo surgió en aquel momento. Estuvimos charlando unos cinco minutos más. Yo debía seguir hacia el trabajo. Quedamos en tomarnos un café de nuevo el próximo día que coincidiéramos y nos despedimos con un par de besos.
A partir de ahí, nunca más supe de él. Nunca más volví a ver su coche, ni me lo encontré en la gasolinera.
Me enamoré de un chico con el que sólo crucé unas palabras. A pesar de su desaparición, aquel sentimiento que nació en mí, ayudó a que diera un paso importante en mi vida. Gracias a ese enamoramiento platónico, que nunca se consumó y del que nunca me despedí, superé el miedo a dejar a mi entonces marido. Me divorcié, claro.
Tres años después lo vi en su coche. Yo estaba delante, con coche nuevo y gafas de sol. Lo llevé durante un buen rato detrás de mí. Sentí el impulso de parar en seco para que me diera un golpe y así retomar una historia que quizás habría sido algo bonito de verdad. Pero en la vida, si no se tomó un tren en su momento y se pasó, a veces es mejor no forzar una parada.
miércoles, junio 15
Luna y las estrellas
Yo me dormí. Al despertar me encontré sola y mis amigas no estaban. Eran las cuatro y pico de la mañana. Decidí acercarme hasta la curva donde teníamos el coche aparcado, pero no había coche. No me asusté, me incomodé. De repente, sentí tensión en el cuello y en la barriga. Todas mis sensaciones se concentraron en una sola: miedo. ¡Es que no había nadie!
Concentración, me dije. Tenía el bolsito, la cartera y las llaves de casa. O sea, que si vinieron a robarnos, de mí pasaron. Por aquel entonces sólo uno, de cada vete tú a saber quién, disponía de móvil. No era habitual. No podía llamar y en el Desierto no había cabinas. Así que tras analizar que lo tenía todo, que estaba bien y, aunque la situación era extraña de narices, había que volver a casa.
Me bajé caminando con la esperanza de encontrar alguna casa que tuviera alguna luz encendida y contar lo ocurrido para que me dejaran llamar a un taxi.
No sé si llevaría unos quince minutos cuando, de repente, vi a una niña de unos ocho años sentada en medio de la carretera. Le saludé, pero no levantó la cabeza del suelo. Tenía una especie de tiza blanca en la mano y dibujaba estrellas en el suelo.
- Hola...¿Estás sola, perdida o asustada? -le dije cuando ya estaba a un metro. No levantó la cabeza. Seguía mirando el suelo-. Oye ¿estás bien?
Dejó de escribir y me miró. Sus ojos brillaban, pero eran negros totalmente y ¡no tenía boca! Simplemente era una línea como dibujada en su cara. Di tal grito que salté hacia atrás sin darme cuenta. Se levantó, se acerco y me tendió la mano. Me miró y la linea que dibujaba su boca se tornó sonrisa.
En una de sus muñecas tenía una especie de brazalete con un pequeño orificio . Le tomé la mano y me llevó caminando un buen rato hasta que llegamos a la zona del Castillo de Montornés. Una vez allí, miró la luna, la señaló y me sonrió de nuevo. De sus muñeca salió una especie de alfiler grueso de color amarillo. Me tendió la mano haciéndome señal para que lo cogiera. Era un papel enrrollado. Lo desenrrollé y decía "Soy Luna. Con la lluvia de esta noche me he caído de mi estrella y necesito que hagas unas cosa para poder volver".
No lo podía creer. ¿Yo? ¿Ayudarla?. Y me volvió a acercar su mano. Salió otro papel amarillo "Sí, tú. Leo tu pensamiento". Entonces me quedé mirándola con cara de poker, sonrió y salió otro papelito "Sólo has de pedir a las estrellas un deseo con el corazón, algo que haga que te sientas completa y podré marcharme". No me creía toda aquella situación, pero ¿por qué dejarlo pasar sin más?.
Agaché la mirada. Tenía que encontrar qué era aquello que pudiera desear realmente de corazón. Por aquel entonces todos mis familiares estaban vivos, yo tenía trabajo, coche, viajaba bastante...¿qué podía pedir con el corazón que fuera tan trascendental e hiciera que ella regresara a su estrella sintiendo que iba a hacer por mí lo correcto?
Y entonces lo supe. Vino sin más a mi cabeza. Ella me miró asintiendo confirmando así su aceptación y se marchó hacia la torre del castillo. A medida que avanzaba, la iba perdiendo de vista hasta que a los pocos segundos, una luz, como si de una estrella fugaz se tratase, salió de lo alto de la torre hacia el cielo, perdiéndose en la oscuridad del universo.
El deseo se cumplió años más tarde. Lo sé porque me pilló con los deberes hechos: el amor de verdad.
viernes, junio 10
Que por qué me quiero
¡Este ha sido mi 'maquilla-tu-mente' de hoy!
domingo, mayo 8
Sin graves no hay paraíso
Estaba a punto de llegar a la primera de las tiendas y justo cuando cruzaba la estrecha calle del Papa Luna sentí como algo me empujaba hacia el suelo y caía. Todo ocurrió muy deprisa. Sentí un tirón, un golpe en la cabeza seguido de un atontamiento repentino. Me quedé desvanecida en el suelo durante algunos segundos, supongo, porque en cuanto me recuperé algo más, vi a través de mis cabellos como un tipo andrajoso, delgaducho y con aspecto de pocos amigos, me estaba robando el dinero de la cartera. No me moví, dejé que cogiera lo que quisiera, pero una rabia inmensa comenzó a apoderarse de mi y en cuanto soltó mi mochila y comenzó a correr, salí tras él. No le grité, simplemente cuando ya lo tenía a un metro, me lancé sobre su espalda y lo tiré al suelo. Forcejeamos unos instantes y en cuanto tuve ocasión, le agarré un brazo y se lo torcí. Se oyó un clac asqueroso. Coloqué mi rodilla sobre el brazo torcido y le agarré el otro para inmovilizarlo. Comencé a gritar, pero por allí no había nadie. No podía retenerle más, me estaba quedando sin fuerzas. El poca cosa aquel tenía más fuerza que Terminator. Me gritaba que como se soltase me mataba. La verdad es que hasta ese momento no me di cuenta del desaguisado en que me había metido.
Pero de repente...¡Síiiiiii!.. Apareció él con su chupa de cuero. Era el hombre más guapo, más fuerte y más macho que jamás había visto. A medida que se acercaba, el tiempo se ralentizaba y se aceleraba en fracciones de segundo. Se formaron pequeños remolinos de aire que golpeaban su melena y sus pasos producían temblores en la tierra como si fueran zancadas de dinosaurio en busca de presa. Cuando ya lo tuve encima, me tomó de la mano e hizo un gesto para apartarme cuidadosamente con mucha ternura y virilidad. El mindundi estaba tan flipado que no cerraba la boca. Agarró al delincuente por la espalda y lo tiró contra un contenedor de basura. Después lo volvió a agarrar, pero esta vez del cuello para levantarlo tres palmos del suelo. Le metió la mano en el bolsillo y le sacó mi dinero que me tendió con la mano hacia atrás sin girarse.
Mientras tanto, alguien había llamado a la policía y un coche patrulla apareció al instante. Los agentes bajaron del vehículo arma en mano y tuve que gritarles que él no era el delincuente, que el que me había robado era el esmirriado. Le pidieron que lo soltara y lo dejó caer al suelo. Mi héroe se separó de él y comenzó a caminar hacia mí. Yo comencé a caminar hacia él también. Cuando ya estábamos uno frente al otro, fui a darle las gracias y me dijo en una voz de pito aguda como en los dibujos animados '¿Qué? ¿T'hamolao, eh?'. ¡Tenía los dientes negros! De repente grite ¡Nooooooooooo! ¿Pero qué era esto?¿Una broma de cámara oculta o qué? Se me aceleró el corazón, comencé a no poder respirar. Vi como se me salían los ojos de las cuencas y entonces, me desperté sentándome en la cama de un brinco con el corazón a mil. ¡Había sido un mal sueño! ¡Menos mal!... Fui al baño a mojarme la cara y me encontré la tarjeta del restaurante donde había cenado la noche anterior 'Restaurante Hollywood - Donde tus sueños se hacen realidad'.....¡Y una porra!
martes, abril 12
El Test de la Lola
jueves, marzo 31
Lola y su día de furia
Tras sonar el despertador, he hecho el pis de rigor. Luego me he visto el careto con los restos del lápiz de ojos color negro del día anterior y con medio flequillo tieso hacia arriba, y el otro medio ondulado y ahuecado hacia el lado contrario. Sólo me faltaba rascarme el culo como hacen los hombres cada mañana. Ya, para pegarse un tiro. Y no diré qué pijama llevaba porque os desmayáis, que sino luego no cuela que soy glamourosa.
De camino al despacho, la autovía iba a reventar. No cabíamos más vehículos y había retenciones. Avanzábamos 2 metros cada 30 segundos y cuando ya había pasado media hora retenida, por fin me llegaba el turno de salir de la rotonda, cuando se me ha colado una furgoneta pequeña de color blanco por el lado derecho sonriéndo y guiñando un ojo a modo de 'te jodes bonita' y el poli de turno me ha hecho seguir parada.
En cuanto me han dado paso, me he desviado por el camino que había tomado la furgoneta y a 300 metros delante mío estaba parado el primero en el semáforo. He cogido y me he puesto delante de él, sobre el paso de peatones, medio cruzada con el coche. Me he bajado y le he dicho '¿Tú de qué vas, eh? ¿Te crees que puedes ir por la vida de listo y jodiendo al personal o qué?' y me ha soltado 'Tía....¿estás loca? ¡Apártate!'. ¡Uy, lo que me ha dicho! Tal cual soltaba eso por la boca, estaba abriendo mi maletero y sacando el bate de béisbol que llevo por si acaso algún día un gorrilla se quiere propasar en un aparcamiento, y tal como me acercaba el tipo me miraba incrédulo y gritándome '¡Loca! ¡Quita coño!'....y yo ' '¡¿Qué quita coño?!'. Y aún no había terminado de decir 'coño', ya tenía estampado el bate en la luna de la furgo y tras hacer eso, me he ido a su puerta para que no bajara y mientras hacía el intento de coger del asiento del acompañante el móvil o lo que fuera, le he roto la ventana y el retrovisor, y se ha asustado tanto que se ha echado hacia atrás pidiéndome que parara. Los ojos se me salían de la órbitas y le he dicho '¡Qué sea la última vez que vas de listo y más chuleando a una mujer ¿lo pillas?!...'
Así pues, tras el pequeño incidente, me he ido de nuevo hacia el trabajo, donde llevo sólo tres meses y donde me comporto siempre correcta y educadamente. Y allí la cosa no ha ido mejor.
Al llegar, ya no quedaba café en la máquina, mis compañeras estaban dándole al pico y no me dejaban trabajar y tenía que entrar a hablar con mi jefe para preguntarle por qué no me habían pagado las horas del mes pasado, cuando al resto de plantilla sí se las habían pagado.
Total que voy y me dice 'Lola, es que tú no cundes igual que los demás. Piensa que ellas, si hacen horas, es porque tienen saturación de trabajo y han de quedarse. Tú te quedas porque vas más lenta, eres nueva y te estás cogiendo'. ¡Ay lo que me ha dicho! ¡Ya lo que faltaba! Trabajar como una cabrona mientras el resto se pasa el día de corrillos y encima esto. Pero bueno, ¡qué coño ha desayunado hoy la peña! Y ahí me he dicho 'Lola, calma, calma...vuelve a tu sitio, pasa de él que ya has tenido bastante por hoy'.
Así que me he dado la vuelta y al volver a mi sitio la 'hardcore' -una a la que apodamos así porque es mala y borde- me suelta 'Lola, qué mal combinada vas hoy, hija, con esos zapatos verdes y la falda roja, pareces Heidi, jeje!' mientras se refugiaba entre las otras compañeras y sonreía mirando su vasito de café.
¿Y qué he hecho? Pues me he parado, he dado media vuelta, me he enfilado cara a ella y le he dicho 'Yo iré mal combinada, pero tú eres una vejestoria mal follada que no la quiere nadie y que está aquí porque se la chupa a los tres jefes de departamento, que lo sabe todo el mundo ¿vale?'. Sí, ese ¿vale? final me ha quedado rollo la Esteban, pero es que ya no podía más.
Claro, mi jefe se ha enterado porque en la ofi se oye todo y ha salido '¡Lola, a mi despacho ya!'. Ale, al despacho otra vez.
- Entra y siéntate -me ha dicho todo enfurecido y rojo como un tomate- ¿Tú te crees que puedes contestar a una compañera así? ¿Y más a una veterana que siempre está ayudando a todo el mundo y a ti más que a nadie desde que llegaste? Siempre que le pregunto por ti me dice que te cuesta cogerte,pero que no eres mala chica y ahora vas y le sueltas eso? Ve y pídele perdón.
- ¿Qué le pida qué? Mire -y levantándome y apoyando mis manos sobre su bonita mesa continuo- esa señora no da palo al agua. A mi me tiene de esclava todo el día haciendo su faena y la mía, por eso me toca quedarme más que a nadie y a usted le vende la burra de que soy lenta y que no me cojo. ¿Pues sabe qué le digo? - y tirándole todo lo que tenía encima de su mesa le suelto- Que le voy a ahorrar la faena y ahora si no quiere que a ella le duelan las rodillas ya nunca más, se sienta usted sobre su mesa y ella en su silla, que así se la podrá chupar mejor. -y mientras me miraba atónito, le remato- Y me voy. Ahí se queda. Busque a otra idiota que aguante a la jauría de esta mierda de oficina y de empresa.
Total, que saliendo del despacho estaban todas de pie en estado de shock, alucinando por lo que acababan de oír, así que me he acercado a la hardcore con mirada desafiante, le he cogido el café y se lo he tirado en la cara. Luego me he acercado a su mesa y le he tirado todos los papeles al suelo, me he girado y le he dicho: 'Al menos, ahora ya tienes excusa para hacer horas: recoger tu propia mierda del suelo'.
En fin.....esto le pasa a cualquiera ¿no?....:-)
martes, marzo 29
La soltería, la economía y los daños colaterales
viernes, marzo 25
El taburete de Lola
Pues eso pensé yo. ¿Cómo? ¿Y qué hice cuando lo visualicé desde el asiento de mi coche mientras conducía a 30 km/h por una calle peatonal del centro llena de gente con abrigos caros? Pues parar el coche frente al contenedor de basura y bajarme toda vestida de negro, con tacones 'lejanos', melena alisada de peluquería y maquillada para una noche de fiesta, con posibilidad de castillo de fuegos final, para abrir mi maletero y cargar el taburete, monísimo de la muerte, que habían abandonado a su suerte junto a una bolsa de basura que no cabía dentro del contenedor, a la vez que medio mundo -esto es algo exagerado, pero queda bien- observaba a una bellísima mujer de negro, cogiendo un taburete mohoso de un contenedor y cargándolo en un Fiat Uno azul oscuro con matrícula del año de la Polca.Sí. Me lo llevé.
Llegaba tarde al restaurante donde me esperaba mi cita de esa noche. Y cuando llegué y aparqué vi un hombre alto, guapo, moreno, con barba recortada, ojos almendrados de color azul cielo tormenta, vestido todo él en sí mismo de Hugo Boss. La verdad es que estaba tan guapo que lo podían haber puesto dentro de una Boss Bottled y dejarlo expuesto toda la noche para que cualquier fémina caprichosa de ojear, pudiera contemplar a aquel especimen humano que tenía yo para mí solita aquella noche.
Era nuestro primer encuentro en persona. Nunca nos habíamos visto antes más que en foto y tampoco habíamos hablado nunca por teléfono, sólo chat. Todo a través de una página de contactos para singles. O sea, todo era nuevo para ambos. Pero mientras aparcaba frente a la terracita del restaurante italiano y veía la rosa roja que me dijo que llevaría en la solapa, una mujer alta y rubia se le acercó, le dio dos besos y se sentó en mi silla, en mi mesa reservada a mi nombre, con el chico de mi cita. ¡Qué veían mis ojos!
La ira femenina hizo acto de presencia y armándome de valor, salí de mi Fiat Uno, me acerqué con andares de 'mirame y no me toques que te fulmino con el rayo láser que soy capaz de sacar por los ojos como vea que me la vas a jugar' y poniendo mi mejor sonrisa mientras sólo dirigía mi mirada hacía a él, le dije 'Hola Paco, soy Lola'. Creo que hasta los dientes y los ojos me brillaron y todo, de lo grandes y postizos que estaban.
- Hey Lola, qué alegría conocerte. Mira, esta es otra chica del chat que conocí y con la que salí una temporada, pero ya no estamos juntos -dijo con voz relajada, pausada y creible.
- Sí, soy Carmen. Hola -interrumpió. No la miré.
- Vaya...¿y qué hace ella aquí? -le reproché con ternura y mirada angelical mientras por dentro hervía como una tetera eléctrica a punto de estallar.
- Pues me ha visto por casualidad y quería que le aclarase el por qué de nuestra ruptura -su mirada se tornó de auxilio- y ya le he explicado que hoy no es plan para hablar del tema porque había quedado contigo y tenía muchas ganas de conocerte.
Carmen no hacía intención de levantarse y la situación se estaba volviendo un tanto tensa, pero ¡a mi 'intensidades'!.
- ¡Camarero! -grité. Se acercó- Por favor ¿sería tan amable de traer una silla más para poder sentarme?
- Lo siento señorita, pero en este instante no nos queda ninguna silla libre.
- Bien, no se preocupe -mire a Paco y le puse la mano en el hombro- No te preocupes. Ahora vengo y solucionamos esto -me giré hacia Carmen- Te quedas a cenar con nosotros ¿no Carmen? -y antes de que pudiera contestar, ya estaba yo camino de mi maletero a por mi súper taburete del contenedor de basura más exclusivo de la ciudad.
Me senté con ellos. Paco flipaba de canto y Carmen me miraba desafiante. Con la ayuda de Paco, me puse de pié sobre el taburete con una copa y un tenedor haciendo pequeñas llamadas para que me atendiera todo el mundo y solté el siguiente discurso:
- Señoras y señores, perdonen por la interrupción, pero necesito su colaboración en un caso que podría afectarles a alguno o alguna de ustedes alguna vez en la vida. Esta señorita -señalé con el tenedor hacia su cabeza- no estaba invitada a la cena que tenía yo esta noche con el caballero. Él, que es un hombre educado, le ha pedido que se fuera antes de mi llegada y ella ha hecho caso omiso. ¿Serían ustedes tan amables de hacerle entender mediante toques de tenedor en sus copas que sobra de esta mesa por favor?
¡Y así fue! Todo el restaurante se puso de pie y le hizo el tenedorazo. Envuelta en un halo de vergüenza y ridiculez, se levantó de la que tenía que haber sido mi silla desde el principio y sin mirar a nadie a la cara se marchó.
Tengo que confesar que Paco se encandiló conmigo y hoy somos novios. Todavía conservamos el taburete. Lo restaruré y ahora es el taburete más bonito que podáis imaginar.
¡Ah! Carmen se metió a monja.
jueves, marzo 3
Lola, el pulpo y el calamar
Siempre he pensado que las personas no están hechas para una sola cosa y que no todas vienen al mundo a lo mismo.
Unas pasan que ni las ves y otras las ves demasiado. Creías que unas eran así y resultaron asá. El peludo de la cera de enfrente te daba miedo, pero el que robaba el bocadillo a los niños en clase era tu hijo, sí, el del cole para cristianos, apostólicos y romanos.
Y es que no se puede juzgar, no se puede. Uno es como es y si no te gusta, no te juntes, y si no te queda otra que juntarte por cuestiones ajenas a ti pero de fuerza mayor, pues haces de tripas corazón o te vas, si puedes permitírtelo, claro.
Sé que es fácil decirlo, pero aplicárselo cuesta un rato largo. Ojalá cuando alguien te cae gordo y te hace la vida imposible, se pudiera razonar con él/ella y llegar a un consenso/acuerdo por el cual las dos partes se basaran en el respeto mutuo, pero muy pocas veces es así.
Y como ya me he desviado del tema, pues me vuelvo. 'Le pego a todo'. Le va el pulpo y el calamar y ¿por qué me lo cuenta? Pues no sé..... Aunque tengo una teoría: La teoría del Servicio al Cliente. Es decir, tengo cara de atención al público.
Voy a la peluquería y se me sienta un tipo al lado que también venía a cortarse el pelo. Coge una revista. La abre, la cierra. Mira por la ventana el pasillo del Cutre por donde pasan todos con el carro y baja la cabeza de nuevo. Abre la revista otra vez, pero por la parte de atrás. No lee, ni observa, ni mira, ni ojea. No hace nada porque su atención no está en la revista. Está en el reloj de la pelu. Son las tres y cuarto. Yo llegué antes, pero sólo para el flequillo y la peluquera muy amable, al ver la cara del chico mirando el reloj le dice 'no te preocupes que la chica sólo viene a cortarse el flequillo'. Efectivamente. Sólo y como soy así de simpática sonrío y le digo 'en cinco minutos estoy fuera' y ahí es cuando me mira, se le iluminan los ojos y me cuenta que tiene 44 años, que se divorció hace dos, que ahora está con alguien, pero que ha conocido a otra persona, que claro, que ella, que él.... y yo con cara de ¿ein?, y él que sigue. Es que claro, no quiero una relación estable ahora, y eso que mi hija ya tiene 23 años, pero claro le he dicho a mi madre que no sé qué hacer porque me gusta él, pero claro si se entera mi hija y bla, bla, bla.....hasta que acaba diciéndome que le pega a todo y que está pensando en cambiar de sexo, pero que lo de ir al psicólogo a contarle su vida a un desconocido ¡a santo de qué!...ni que él fuera por ahí contando su vida a cualquiera.
Y entonces me han llamado para cortarme el flequillo. Menos mal.